Soy una cuña de rábano. Nunca debes trasplantar rábanos. Ya lo sabía. Pero estaban sufriendo en sus bandejas y me gusta experimentar.
Me di cuenta por la presencia de parásitos blancos (que desgraciadamente no pude identificar).
Ingenuamente pensé que los rábanos habían perdido su energía e inmunidad porque habían alcanzado la madurez. Pero no era así.
Cuando los desenterré, me quedé horrorizada al ver mis pequeños y raros rábanos. Acababan de salir de la tierra. Su hinchazón me había dado esperanzas de conseguir unos rábanos bonitos y generosos. Pero me equivoqué.
Mis rábanos no me dieron nada. Tacaños.